Renacimiento en los países del norte de Europa
En este momento nos volcaremos en
el análisis de la corriente renacentista flamenca que tuvo un desarrollo
simultáneo al Renacimiento italiano.
A principios del S XV en el Norte
de Europa son varios los factores que facilitan la utilización de la óptica
como instrumento en el proceso artístico.
El primer factor a tener en
cuenta es la principal clientela que disponía el artista flamenco. Existían por
un lado instituciones que contaba con mayores convenciones ideológicas y
artísticas y por otro los reyes, príncipes y nobles que permitían una mayor
libertad de creación e innovación en sus obras. Estas estaban destinadas al uso
privado y apoyaban las novedades frente
a los encargos institucionales.
Son claro ejemplo los manuscritos:
la práctica de la iluminación se consideraba tan prestigiosa como la
pintura. Generalmente el cliente se
trataba de un cortesano que destinaba el
libro a su disfrute particular. Este formato favoreció la creatividad y la
novedad, gracias a los numerosos encargos y gusto personal de los cortesanos.
Como ejemplo de importantes artistas
que trabajan para una Corte encontramos a Paul de Limbourg y a Jan Van Eyck.
Trabajando de forma independiente, por medio de encargos ciudadanos, tenemos a
Robert Campin y Rogier van der Weyden.
El segundo factor se encuentra en
los talleres de manuscritos. Estas obras se desarrollaban en talleres
comunitarios de forma que la transmisión de información era constante entre los
diversos artistas y artesanos.
Además, había obras que pasaban
de un taller a otro como por ejemplo el libro de horas de Tres belles Heures del
duque de Berry, cuya realización duró 60 años: lo comenzó Jean d`Orleans, continuaron los hermanos Limbourg , Van Eyck y finalizó
en un último taller de iluminadores.
Este traspaso que se realizaba
entre talleres favoreció la comunicación
entre los artistas y la confluencia de distintas tradiciones locales y
nacionales.
Como último factor se encuentra el propio artista.
Éste ha ganado importancia, tanto por la aparición de la firma en los cuadros
como por su autorretrato.
Sin embargo el valor fundamental
viene dado por el aporte de subjetividad en contraposición al punto de vista
objetivo de la Edad Media. Este nuevo punto de vista supone poner en práctica
la perspectiva. Una ventana a través de la cual el pintor ve y enseña el mundo.
“A partir de ahí la subjetividad individual se introduce en el principio de
construcción de la imagen: el espacio representado ya no es absoluto y divino,
y en consecuencia no hay estructura inmutable ni centro único. En adelante se
acepta que el espacio es ilimitado, como dice Nicolas de Cusa. Su centro, que
ha pasado a ser móvil, coincide con la posición de cada hombre concreto, observador
potencial del mundo del cuadro” (Todorov , pág. 99).
La utilización de la óptica pudo favorecer
esta nueva forma de mirar ya que proporcionaba una imagen proyectada en
perspectiva.
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