1)
Evolución
del retrato.
En los libros iluminados ya se
empieza a introducir el retrato del cliente, del destinatario del manuscrito y
en algunos casos del pintor, inmersos en un espacio real. Como ejemplo se puede
observar la imagen del manuscrito de las Tres
riches Heures (Imagen 8), donde Juan de Berry aparece junto a una
diversidad de objetos tomados de la realidad
y junto a sus amigos, algunos de ellos son retratos individuales,
integrados en una escena de conjunto. Los hermanos Limbourg, iluminadores que
han hecho la imagen, aparecen también en la escena. “Aquí todo esta individualizado: el espacio,
el tiempo y las personas que lo habitan” (Todorov pág. 93).
Imagen
8 La invitación 1410-1489
Más adelante en los retratos
individuales de Campin aparecen modelos burgueses o nobles de rango inferior,
frente a los príncipes y reyes que se venían retratando hasta entonces. Estos
retratos se ciñen a la verdad sin ceder a los cánones de belleza
contemporáneos. Aparece representado normalmente solamente el busto, fuera de
un entorno familiar, como por ejemplo se observa en el retrato de Masmines (Imagen 9). Son retratos que
muestran el reconocimiento objetivo del individuo, que merece por sí mismo un
retrato y el pintor se hace invisible. “Estos
personajes han ocupado el lugar de Dios en el sistema simbólico
universal: el cuadro los designa pero ellos en si no designan nada. Estas
personas son los héroes de los nuevos tiempos, y la pintura canta su elogio”
(Todorov, pág. 135).
Imagen 9 Retrato de Robert de Masmines 1425
En las obra de Van Eyck los
individuos retratados se relacionan en mayor medida con el pintor y el
observador a través de una perspectiva unificada. Surge un interés por la
percepción subjetiva y gracias a la perfección con que están pintados sus cuadros
transportan al observador a la contemplación de la pintura por sí misma.
Los retratos de Roger Van der Weyden se vuelven más estilizados,
intenta mostrar más una “actitud” que la “verdad” de sus predecesores. Inaugura
el subgénero de retrato de devoción,
destinado a la devoción privada, donde el disfrute de la imagen de forma
individual es semejante a la función que tuvieron los predecesores manuscritos. “El retrato literal, si podemos
llamarlo así, vuelve a ceder el paso al retrato ejemplar, la representación del
mundo se doblega ante la enseñanza moral y religiosa” (Todorov, pág. 180).
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